Cuando empezamos a caminar con mamá Uma quisimos crear experiencias verdaderas con el sentido de reforzar nuestra identidad cultural, en un mundo donde uno se distrae con facilidad los jóvenes se ven seducidos por nuevas tendencias tecnológicas y poco a poco han ido cortando las tradiciones culturales de sus territorios, creyendo que en las cuidades existe una mejor oportunidad.

Con muchas ganas de redefinir esos pensamientos de progreso y volviendo la mirada a la infinita abundancia de lo nuestros territorios empezamos un viaje buscando mujeres y hombres en su práctica de oficios ancestrales, así Llegamos a Pesillo buscando a María la señora que elabora el chawarmishki (bebida dulce del agave) y en una larga conversación y degustación nos hicimos amigas hace unos buenos años.

En este camino nos topamos con la pandemia donde paramos y hasta nos bloquearon el paso a la comunidad y en algún momento pensé que todos los esfuerzos por levantar un destino había sido un fracaso.

El año anterior volvimos para mapear experiencias junto a dos grandes amigos, Karen y Rubén de Komutravel y pudimos descubrir un poquito más de sus historias, las montañas y de sus actividades diarias.

 

 Después de tanto insistir pudimos participar de la primera reunión de agentes de turismo en  Pesillo y todos nos dimos cuenta que este lugar tiene mucho potencial, pero se requería  la unión de su gente  para motivar a jóvenes a seguir con el legado de la danza ancestral, ya que en tiempos memorables aquí muchos danzantes han labrado camino  y me niego a dar por perdida esta historia cultural.

 

En diciembre acordamos y en febrero acciónanos junto a la comunidad, Juan Ramírez y la Fer lechón (hija de maría) y Mamá Uma decidimos abrir el espacio para que los jóvenes vengan a danzar y a conocer sus historias.

 

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